martes, 29 de noviembre de 2011

leyendas urbanas de tucuman

Comentan que en el Colegio Nacional de Tafí Viejo a veces les suceden hechos extraños a los alumnos que llegan antes del horario de entrada al secundario en el turno mañana. Una de estas historias narra que una alumna llegó temprano al establecimiento, ya que tenía que terminar de transcribir una tarea que había realizado en un borrador. Esta joven ingresó a su aula, que obviamente estaba vacía al igual que el resto del colegio a excepción de la presencia de los conserjes, y comenzó a “pasar en limpio” el trabajo.
Luego de un rato empezó a sentir ruidos en la habitación, y cada vez que levantaba la vista éstos cesaban. Pero realmente se impactó cuando vio que una de las lapiceras que estaba en su pupitre comenzó a flotar en el aire, levantándose de un extremo de la mesa hasta asentarse en el otro extremo. La chica logró dominar el miedo que la embargaba y simuló que nada había sucedido. Se paró tranquilamente, caminó con lentitud hacia la puerta del aula y cuando estuvo afuera comenzó a correr hacia la salida del colegio. Mientras corría se topó con los conserjes, quienes vieron el estado de shock en el que se encontraba la muchacha. La llevaron a la cocina y le ofrecieron un té. Ya más calmada les contó lo ocurrido. Sin embargo ellos no se asombraron, y le dijeron que varios experimentaron cosas similares en el colegio.
Pasaron los minutos y el lugar se llenó de alumnos y profesores tomando su ritmo habitual de día de clases. Cuando sonó el timbre para entrar a las aulas la chica se sintió más segura y regresó a la suya, se sentó y revisó los cuadernos que había dejado. Grande fue la sorpresa que se llevó al ver que su tarea estaba terminada, “alguien” la había completado y se podía ver que la letra era distinta a la de ella.

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